Corría el verano de 1992 cuando Diego Armando Maradona, considerado por mucha gente como el mejor jugador de todos los tiempos, decidió abandonar Nápoles. La decisión no fue fácil; la directiva napolitana presionaba a Diego para que no abandonase el club, confiaban en que el argentino pudiese volver a su mejor versión. Él había creado un legado, solo a la altura de su leyenda, en la ciudad del sur de Italia. El crack latinoamericano llevaba más de 15 meses sin pisar un terreno de juego, desde marzo de 1991, por dar positivo en cocaína durante un control antidopaje. Su reputación estaba por los suelos, era el eje de la polémica y todos los periódicos deportivos italianos dinamitaban su imagen pública día tras día.
‘El pibe de Oro’ buscaba un club con menor exigencia deportiva donde poder volver a sentirse futbolista otra vez. El Olympique de Marsella tomó la delantera por el fichaje del astro lanusense, prometiéndole hermosas playas mediterráneas y un ocio nocturno dominado por el incipiente hip-hop francés. Pero hubo una llamada de una persona muy cercana al ‘pelusa’ que lo cambió todo; Carlos Bilardo. Ambos venían de proclamarse campeones del mundo en 1986; el técnico porteño y Maradona tenían una relación muy intensa, casi paternal, compartiendo la misma pasión y locura por el fútbol. Fue así como el propio Bilardo viajó expresamente a Buenos Aires para tratar de convencer a Diego Armando y su familia; tal fue su implicación en este fichaje que fue él quien hizo de intermediario entre el apodado ‘D10S’ y Luis Cuervas, presidente del Sevilla por aquel entonces.
El entrenador argentino venía en horas bajas, su figura en su país natal era muy atacada y discutida tras la derrota frente a Alemania en Italia’90. Le acusaban de promover un fútbol defensivo y violento, le tachaban de ser una persona paranoica y obsesiva. Bilardo buscaba resarcirse en Sevilla, volver a entrar en la dinámica del fútbol europeo, y para ello buscó usar al exjugador del Napoli como arma de redención. Más que un fichaje, este traspaso fue un acto de fe hacia Diego para poder unir pasado y presente, darle una última oportunidad de brillar al jugador que más de una vez asombró al mundo.
Lamentablemente, el deporte solo entiende de actualidad, y Maradona ya era demasiado Maradona para el fútbol de primer nivel. Debutó el 4 de octubre de 1992. Curiosamente, frente al Athletic Club, mismo equipo contra el que había jugado su último partido en España, 8 años atrás. Justo un día como hoy, hace 33 años, frente al Zaragoza y de penalti, marcó su primer gol con la camiseta sevillista. Al día siguiente, Diego protagonizó todas las portadas de la prensa deportiva española, confirmando que el genio del fútbol mundial jugaba en el Sánchez Pijuán y llevaba la camiseta del Sevilla. Aunque dejó destellos del futbolista que alguna vez fue durante sus dos primeros meses en la capital hispalense, sus excesos y sus frecuentes salidas nocturnas acabaron por cavar su propia tumba en el Sevilla F.C. Para el recuerdo de más de un aficionado, quedará aquel gol de falta directa contra el Celta de Vigo a los 6 minutos de partido. El ‘pelusa’ se marchó de Sevilla rumbo a Argentina al finalizar la temporada 92/93, con 29 partidos disputados. 26 de ellos en liga, donde vio puerta en 5 ocasiones y repartió 9 asistencias a unos compañeros a los que seguro que no dejó indiferentes
Realmente esta redactación es muy interesante